En un mundo de abdicaciones, la peruana Victoria Guerrero ha decidido seguir haciendo una poesi´a de la resistencia. Observadora en los 90, en la comparsa de escritores sin obra que se crei´an unos iluminatis de los avernos callejeros del Centro de Lima, Guerrero estrangulaba cis- nes, dedica´ndose al difi´cil arte de apun~alar todo intento de convertir a la literatura en un o cio vano, elitista, arti cioso, (solamente) bello o autocomplaciente. Era, en principio, una manera casi secreta de existir –escribir como se podi´a, como se sabi´a, lejos del mandato–, faltaban an~os para que la autora se convirtiera en la terrorista de ge´nero que es ahora. El an~o pasado fundo´ junto a otras el Comando Plath, un colectivo feminista de mujeres de la cultura cuyo lema no podi´a ser otro que: “Escribimos, existimos”.